Por lo general, nadie recibe una crítica con agrado. En la mayoría de los casos nos ponemos a la defensiva e intentamos por todos los medios rebatir lo que nos están diciendo, con lo que se producen resquemores y tensiones. En otras ocasiones, aguantamos las acusaciones sin ser capaces de argumentar nada y ya en casa le damos vueltas y más vueltas con el consabido “le tenía que haber dicho…”
Para que esto no suceda podemos utilizar unas técnicas sencillas, pero que es preciso practicar con cierta constancia.
1. En primer lugar escucharemos todo lo que tengan que decirnos intentando ponernos en el lugar del otro, intentando comprender lo que nos dicen y por qué nos lo dicen. Podemos incluso preguntar cuando no entendemos algún dato. Eso no quiere decir que tengamos que cambiar nuestros criterios ni aceptar humillaciones.
2. Entonces pasaremos a buscar puntos de coincidencia con la crítica. No se trata de doblegarse al criterio ajeno, sino más bien de encontrar en aquello que nos critican, aunque sólo sea una pizca de verdad. Si hemos escuchado los argumentos del contrario y hemos intentado comprenderlos nos daremos cuenta que es posible estar globalmente en desacuerdo con una crítica y a la vez parcialmente de acuerdo con ella.
3. Ahora ha llegado el momento de expresar nuestra opinión. Defenderemos nuestra postura con la máxima objetividad posible, centrándonos en los hechos, sin descalificar y con un lenguaje claro. Podemos admitir la posibilidad de habernos equivocado pero exponiendo nuestro punto de vista (“Reconozco que en este aspecto me he equivocado, aunque…”, “ no sé que opinarás tú pero yo creo que…”).
Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, incluidos nosotros mismos. Equivocarse en ocasiones no nos convierte en seres sin valor. Una persona psicológicamente sana es aquella que ante las cosas negativas intenta modificar los aspectos que pueden cambiarse y acepta sin frustración los que son inamovibles.
No es fácil aceptar una crítica por pequeña que sea, ni mucho menos mantener un tono de voz tranquilo y una actitud receptiva hacia lo que nos dice nuestro interlocutor, manteniendo firme nuestro criterio si lo consideramos pertinente. Pero tampoco es imposible, así que es mejor empezar a practicar porque es seguro que no nos van a faltar oportunidades para llevarlo a cabo.
Lidia Pérez
Psicóloga clínica de AyC
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